Antes de firmar el contrato leí atentamente sus cláusulas principales. Se trataba de las condiciones de adoptar un cuerpo o forma dentro de la simulación inducida. Fui conectado y mis recuerdos anteriores se desvanecieron.
Ahora lloraba desconsolado. “Es un niño…” afirmó otro jugador. Mi visión aún borrosa, no permitía según el contrato asentar los objetos captados la primera vez.
La transición a una realidad corporal era algo doloroso para mi, como ente trascendente. Las dimensiones eran de una angostura perturbadora. Ya mis imágenes no me respondían y mis impulsos eran transmitidos a unas extremidades, que se agitaban, provocando un patalear característico.
Pero lo peor estaba por llegar. Mi educación infantil era un refuerzo continuo de las habilidades psicomotrices, un proceso de adaptación para que los entes se circunscribieran a sus latitudes y longitudes corporales. Así, mi imaginación y mi creatividad, eran anegadas con figuras regulares, colores, símbolos, vocabulario variado, en un inmenso puzzle que tan solo había comenzado a vislumbrar.
“Todo es mentira” advertía a otros jugadores, que se giraban en clase y se reían de mí. Claro que a diferencia de ellos, yo de alguna manera aún mantenía un vínculo con mi trascendencia. Un nexo que no me dejaba olvidarme de mi ser.
Mi familia, dada mis tendencias extravagantes, decidieron poner el asunto en manos expertas. De nada servía que yo les dijera a esos sujetos de blanco, que eran unos jugadores, al igual que yo. La privación de libertad no me ocasionó mayor daño, que la experiencia sufrida como trascendente anexado a un cuerpo.
Accedí a una biblioteca, donde se recogían las obras de algunos jugadores aparentemente insignes, que habían pasado por la simulación. Un tal Freud, señalaba algunas cuestiones inquietantes, en cierta medida tenía razón. Salvo, por el origen de la frustración. Al parecer las instrucciones de precarga, generaban un rechazo, que los entes como jugadores en la simulación tendían a reprimir, generando no pocos conflictos.
Esta mañana me he matriculado en Filosofía. Una curiosa actitud de aquellos que recelan o sospechan algo, que se ha estudiado a lo largo de la historia de la simulación. Resulta conmovedor como las fuerzas opacas, a pesar de ser meticulosas e industriosas, no han conseguido aún borrar la huella del ser en algunos jugadores. Solo entonces supe cuál era mi misión.