Hipótesis primera – Generando la ilusión.
En realidad vivimos en el mismo segundo, el que tarda la cabeza reproductora comandada por el procesador en imprimir en pantalla el resultado de las instrucciones de un programa (historia o trama). El movimiento es la ficción, de que la pantalla se borra, y vuelve a reescribirse en el mismo segundo, cambiando los objetos y sujetos de forma o posición, en un bucle en el que cada iteración cobra valores diferentes. Causando la impresión de una sucesión de acontecimientos, o lo que algunos denominan flecha del tiempo.
El programa es la historia o trama, que legitima y da sentido a toda la representación. Nosotros somos avatares en dicho programa. En realidad no nos movemos, sino que somos lejanos observadores inmersos en la lógica de la representación, cuyo máximo exponente es la existencia simulada de la extensión (cuerpos sólidos).
Esto es perfectamente compatible con las leyes de la física, que se cumplen a rajatabla, en la historia. Así como otros principios básicos de la ciencia, que ayudan a establecer el marco de juego, y dan sentido a su vez al mismo.
La propia ciencia o el conocimiento, se van desbloqueando conforme avanzamos en la historia o trama. El núcleo argumental ha de ser consistente, debe darse el crédito suficiente para todos aquellos que sean insertados en el proceso simulado.
Ahora queda formular la pregunta, si no existe la extensión cómo tal y no somos seres humanos producto de una evolución ¿Qué somos? ¿Y por qué habitamos esta historia o trama con sus diversas subtramas?
Tal vez la respuesta sea el mantenernos entretenidos, inconscientes de nuestra propia realidad. Y así, tal vez, mientras los “vivos” permanecen aferrados a sus cadenas, como bien señalaría un insigne Platón, presos de esas imágenes falsas, que ellos interpretan como su realidad, los administradores del sistema, permanecen vigilantes, interviniendo sólo si la situación vulnera el orden establecido para el correcto funcionamiento del sistema.
Otra posibilidad, es que seamos partícipes voluntarios de esta simulación, entendiéndose la finalidad de la misma, como un marco de aprendizaje, juego o representación estética de cara a un público. Es decir, que más que esclavos como sugería Platón seríamos actores en la palestra que se someten de buen grado a una prueba recreativa con sus estímulos y refuerzos bien demarcados.