Científicos del centro de estudios avanzados han logrado crear un robot economista. La primera función asignable a dicho robot, llamado Ecobot, es la de almacenar en su portentosa memoria el grueso de los modelos teóricos más en boga en el panorama económico mundial. Esto, unido a su prodigiosa capacidad de cálculo junto con su conexión a millones de bases de datos, le permite anticipar múltiples fenómenos económicos con una precisión jamás vista.
Tal ha sido el éxito de Ecobot, que en los departamentos de economía de las universidades de medio mundo, han comenzado a sustituir a los profesores e investigadores por réplicas exactas de Ecobot. De hecho los economistas, han sufrido una reconversión forzosa, como analistas dedicados a introducir datos y cuantificar series infinitas de Paul.
Aunque a la hora de dar clases. Estos ecobots han reportado cierto mal funcionamiento. En concreto algunos alumnos señalan que Ecobot, no cuestiona ninguna teoría, y que en ocasiones se queda parado durante al menos veinte minutos, hasta que logra salir del atolladero, con alguna vaga analogía, del tipo mano invisible o divina providencia.
En cualquier caso son robots economistas, libres de cualquier sesgo, y por tanto representan la más prometedora promoción de científicos sociales hasta la fecha. De hecho no pestañean cuando se trata de cuantificar datos de violencia o muerte, juntamente con el valor oscilante del precio de algún producto o materia prima. Y a pesar de que algunos economistas tradicionales les achacan poca o nula predisposición empática, lo cierto es que los robots economistas, siempre argumentan lógicamente y en base a datos fiables, en todas sus sentencias.
Muchos de los que dudaban que la economía pudiera considerarse una ciencia, con la consiguiente robotización se han quedado sin argumentos y han tenido que admitir al fin su derrota, de forma que no resulta pretencioso afirmar que la ciencia económica ha triunfado definitivamente.
La digitalización es un proceso sin retorno, que ha encontrado en los ecobots, a sus modernos adalides, para dirigir el rumbo de una humanidad que hasta ahora no había sido capaz de administrarse con éxito.
En cualquier caso ha surgido paralelamente un creciente movimiento de protesta, abanderado por los economistas tradicionales, que se han sindicado en una organización de corte horizontal, denominada Human Economy. Este grupo defiende el relato, de que la evidencia tiene fecha de caducidad y que las teorías las hacen las personas, pudiendo cambiar o reformar aquellos aspectos que impliquen un funcionamiento lesivo para la humanidad.
El clímax de la protesta llegó, cuando un ecobot cifró a los humanos como una externalidad negativa para la razón robótica. Esta cuestionable afirmación, había sido producida en un contexto complicado que no estaba preparado para admitir la irrupción de la Inteligencia Artificial. Hecho que nos trae a este círculo, de descendientes de esos economistas tradicionales, frente a la fogata, en la última reserva de humanos que sobreviven como cazadores recolectores.
