El mercado es imperfecto aunque es la mejor fórmula encontrada por el hombre desde tiempos inmemoriales para articular el comercio y la economía en general.
Las causas de esta imperfección hay que buscarlas en la falta de información. Sencillamente no decimos la verdad o no declaramos abiertamente nuestras preferencias o necesidades, y en ese sentido tampoco podemos saber qué producir o en qué cantidades, entrando en una espiral de regateo que finalmente según el mercado, debe dilucidar un precio derivado del valor contrapuesto de ambas tendencias, esto es, la oferta y la demanda.
En este caso para hallar la información completa y veraz, yo invoco la figura ideal del Economista Omnisciente. Éste ve las necesidades reales de los agentes, lo que le permite evaluar y resolver la pregunta clave, de qué producir y en qué cantidad. Además traslada esta información a los propios agentes económicos, para que sean estos los encargados de poner en práctica las labores necesarias para cumplir con el objetivo y cubrir las necesidades de forma perfecta.
Esto ocurre de forma opaca para los agentes que tradicionalmente se verían las caras en un mercado. Ahora eso no es necesario ya que el EO conecta los inputs y los outputs, presentando un resultado que es el que ejecutan los agentes, cosa que en un mercado tradicional hubiera propiciado una solución ineficiente o imperfecta.
Esto sería lo ideal, el problema es que el EO no existe, y además los intentos por emular un planteamiento de centralizar la producción han fracasado estrepitosamente, produciendo efectos indeseables en mayor grado que los derivados en una economía de mercado.
Pero vayamos por partes. Preguntémonos qué tenemos hoy en dia de valioso, de qué recursos disponemos, y si seríamos capaces de articular una solución de consenso que aunara los parabienes del mercado y el ideal de una economía “dirigida”, agitemos la coctelera y probemos de qué sabor estamos hablando.
Curiosamente vivimos en la era de la información, y eso debería darnos pistas sobre cómo proceder. Tal vez aún no hayamos explorado todas las fórmulas relativas a gestionar de forma adecuada los datos, o dicho en otras palabras, usar la información para que trabaje por nosotros, en vez de usarla para dividir, o crear compartimentos estanco, desde los que instrumentalizar a aquellos que no tienen la fortuna de verla compartida.
Pues bien, a esta economía, de información disgregada e incompleta, que no solo no trabaja para nosotros sino que nos explota, en según qué términos, la llamaré Economía Analógica. Siendo este un concepto generalista, que recorre toda la historia económica desde el comienzo de nuestros días.
Esto lleva a una revisión antropológica de ciertos términos o fundamentos, como el de la maximización. Cierto es que determinadas conductas o condicionamientos pueden llevar a los agentes a precisamente, maximizar su bienestar. Esto es evidente, siempre y cuando no nos encontramos en una dinámica de grupo, en la que nos vemos abocados a una lucha de unos contra otros, que condena la posibilidad de alcanzar el mejor resultado.
En ese sentido, ante el ser maximizador, yo quiero anteponer el ser ignorante e incluso estúpido, como ente mucho más voluble y que no siempre decide lo más conveniente para sus intereses, o que con su actitud entorpece o condena el éxito común.
¿Confiaremos en este hombre la suerte del conjunto? Aquí es donde hace aguas la concepción racional de la elección y esa suerte de idealismo que choca de bruces con la realidad económica en cualquier ámbito que se nos presente. Ciertamente la racionalidad existe, pero desgraciadamente no es la tónica común.
Ahora que sabemos que el mercado es imperfecto fundamentalmente porque no podemos confiar en nosotros mismos, y que el Economista Omnisciente, no puede venir en nuestro auxilio, es donde cobra especial relevancia mi apelación al uso correcto de la información y a los recursos que nos provee esta emocionante etapa de nuestra historia.
¿Y si fuera posible construir el coloso? Es decir, con la ayuda de los más sofisticados avances tecnológicos tratar de emular el ideal del EO. ¿Y si pudiéramos capturar y filtrar la demanda de bienes y servicios de un producto, de un sector, o de una economía completa?
Un input de información completa. Por supuesto que está sería encriptada debidamente para no exponerla a un uso indebido. Pero ¿Qué haríamos con ella una vez recolectada? Tal vez, una vez que conocemos a la perfección la demanda real, podamos mediante un algoritmo procesar esa información, para indexar un formulario de salida, que nos permita hacer público que es lo que demanda la sociedad en cada momento, de ese producto, sector o economía en particular. En una palabra, transformar el ciclo de la demanda y la oferta, en un proceso de circularidad no analógico, sino digital.
Tal vez más de uno esté pensando en la extrema dificultad que imposibilita semejante empresa. En ese sentido he elaborado un esquema básico que quisiera compartir para ver si de forma gráfica se puede captar mejor mi planteamiento:

Lo más importante de todo el proceso de digitalización de la economía, es que una vez puesto en marcha, el sistema actúa de forma autónoma, sin intervención estatal (se entiende), luego es un algoritmo neutro con unas prerrogativas bien definidas, el que determina el proceso de ejecución de una IA que sería el núcleo o motor central de procesamiento. El algoritmo estaría diseñado para implementar la máxima eficiencia al proceso.