¿Qué es ciencia y qué no lo es? Esta es la cuestión, aunque antes habría que formularse otra tal que: ¿Qué es la ciencia?
Esta segunda cuestión, qué es la ciencia, ha recibido contestación en la mayor parte de la tradición clásica hasta nuestros días. En líneas generales la ciencia sería aquella actividad que aspira a un conocimiento verdadero de cómo son las cosas, los hechos como tal. Aludimos pues, al conocimiento como una actividad, de diversos grados y calidades, en cuya cúspide se hallaría el más perfecto o aquilatado de todos, la ciencia o episteme.
Ahora bien, este es el concepto o término universal que nos ha llegado. El problema es que no todo el mundo coincide en la respuesta a esta pregunta, existiendo varias vías para alcanzar la ciencia o episteme. Por ejemplo en el caso de la fuente del conocimiento. En ese sentido, algunos autores reclamarán el valor de los datos de la sensibilidad, de la percepción de estos y su posterior ordenación en la mente humana, que se iría configurando a partir de una tabula rasa, con las impresiones que le irían llegando. Esta sería la vía, llamémosla “empirista”, mientras que la vía de las ideas innatas propias de las operaciones de la razón, sería la vía “racionalista”. Cierto eclecticismo de algunos autores, como Kant, harán una síntesis y una fusión de ambas tendencias que conservarán los rasgos más representativos de forma complementaria. Todo esto encarnado en el debate sujeto-objeto, ensalzando uno u otro, entrando en corrientes idealistas o realistas, según la orientación o la argumentación de cada autor. Pero este no es el objeto del presente ensayo que pretende ser una reflexión breve y original sobre el asunto. Añadiendo un nuevo enfoque.
El problema de la demarcación no es otra cosa que establecer la frontera entre lo que es ciencia y lo que no lo es. El linde de la parcela debe estar correctamente señalizado mediante unas condiciones, en este caso, la primera cuestión que determina el conocimiento científico es la “hipótesis naturalista” que postulará la total ausencia de un carácter teleológico en la materia de la naturaleza y sus dinámicas físicas. Esta hipótesis representa la asunción de un mecanismo “ciego”, guiado por una serie de principios o leyes fundamentales que la ciencia va constatando con su labor investigadora.
El segundo principio a axiomatizar, es el rol del objeto y del sujeto en un esquema tradicional en el que el valor del objeto se hace hipérbole, ensalzando la objetividad como ideal a alcanzar en el proceso de investigación. Quedando nuestras apreciaciones subjetivas, motivaciones o deseos al margen de la actividad científica. Esta característica supone asumir una categoría heurística o modelo sujeto-objeto, y además, como digo, posicionarnos en el objeto estableciendo una especie de valor substancial en el mismo, que comúnmente se ha dado en llamar “realismo”.
Este realismo que algunos califican como la tiranía de los hechos, es un lugar común en la ciencia. Conviene detenernos aquí, en el rol del objeto, como eje ontológico, y como substancia en cuanto a su status en el proceso del conocimiento de calidad, incluso podría decirse que la ciencia sin darse cuenta hace metafísica.
También debemos destacar la reproductibilidad empírica, esto es, que los experimentos o pruebas que hagamos en nuestras investigaciones, puedan ser repetidas bajo los mismos parámetros haciéndonos llegar a las mismas conclusiones. Cuando aseveramos algo, que no puede ser contrastado, mediante este principio de reproductibilidad empírica entonces no hay forma de integrarlo en el acervo de nuestro conocimiento, y por tanto deja de tener un valor científico. Hay que matizar que la prueba sirve tanto para verificar como para falsar el contenido objeto de nuestro experimento.
A mi se me antoja, que la primera operación de la proto-ciencia, que es establecer el “naturalismo” por bandera, es una reacción contraria a la causa final aristotélica ya que nos sumerge en una dinámica ciega. Así el hombre se atribuye el éxito de sus descubrimientos, y el aval del contenido producido que no responde a interés superior alguno, dotando a la ciencia de plena autonomía.
La segunda operación, la del “realismo”, implica una reacción igualmente contraria en este caso frente a la causa eficiente aristotélica, al sujeto que produce conocimiento, el objeto anula al sujeto, convirtiéndolo en un ente gregario a expensas de lo que digan los hechos, o las evidencias extraídas de la realidad.
Ya solo nos restan la causa formal y la causa material, que perviven en el ideario de la ciencia, como logos o lógica, y materia o física, una lógica instrumental relacionada con el acertado discurrir del pensamiento, y una materia o física, colmada de propiedades que son asequibles al entendimiento de esos procesos lógicos adecuadamente formulados.
Esto se traduce para mí en los dos principios de demarcación fundamentales: el principio de corrección formal y el principio de adecuación material. O lo que es lo mismo la validez de la deducción y la validez de la inducción. Si ambos procesos se llevan a cabo con las máximas garantías el conocimiento científico será lo más certero posible.
A continuación muestro una tabla con ambos principios de demarcación:
CDS – Criterio de Demarcación Sobreperiano | FILOAPUNTES.COM
La calidad de la ciencia se mide en base a dos variables fundamentales:
- El principio de corrección formal. Calidad del sistema de axiomas y reglas de inferencia que seguimos.
- El principio de adecuación material. Calidad del nivel de detalle de la correspondencia con los hechos que referenciamos.
CIENCIA | corrección formal | adecuación material |
verdadera | verdadera | verdadera |
falsa | verdadera | falsa |
falsa | falsa | verdadera |
falsa | falsa | falsa |