Existe una raza sublime por su excelencia en el orden estético. A sus miembros para diferenciarlos de los humanos los denominaremos estéticos.
El mundo que rodea el sistema Bellis está coronado por una estrella zafiro jamás observada por ingenio mecánico alguno. En un anillo mágico habitan los estéticos, en un orden superior regido por las leyes o principios del éxtasis creativo.
El objetivo final de los estéticos es alcanzar el éxtasis máximo en conjunción con los anillos dorados del sistema Bellis. Pero todo no podría ser ideal pues existen algunos estéticos degradados por la sociedad del sistema Bellis. Se trata de todos los que no han sido capaces en sus primeros días de alcanzar la excelencia en sus bosquejos iniciáticos, manifestándose torpes o incapaces para desarrollar una actividad creativa suficiente digna de poder admirarse.
Estos individuos, denominados de forma despectiva antiestéticos, son expulsados de la colmena para ser llevados a los globos, donde deberán hollar los mundos, con la fuerza bruta, con el único auxilio de su propia experiencia antiestética. El resultado es una galaxia poblada por estos antiestéticos que recalan en inhóspitos mundos a los que deben dar forma, olvidando su origen una vez excelso como seres estéticos. Una variante olvidada dio lugar en uno de esos innumerables mundos a la raza humana.
Este hecho es común a muchas religiones humanas con analogías como la caída en la que se concentra el pesar y la angustia de saberse expulsados del auténtico paraíso. Pero esta raza humana de origen ancestral lo ha ido olvidando poco a poco hasta resignarse por completo. Ha abrazado un carácter bruto, industrioso y sobrio, que le ayuda a alimentarse y a subsistir, aunque en su seno interno lo vivifique la belleza de la que se vio una vez poseído. Y es que en ese erial han ido floreciendo brotes verdes. Una orden de individuos que anteponen la aspiración estética a lo bruto. Aunque se trata de esfuerzos en la mayoría de los casos aislados, su luz no merma sino que más bien refulge a lo largo de los siglos desgranando su magnificencia en una historia de las propias manifestaciones artísticas humanas.
Algunos estéticos han sintonizado con esta vocación que ha atravesado estrellas y nubes de polvo cósmico para reclamar al alto consejo la restauración de la condición estética para algunos humanos que han despuntado en ese sentido. Pero la ignorancia y la oscuridad se ha cebado en una reacción opresora sobre estos espíritus nobles y puros, segando la vida de muchos ante la reacción cabal y sistemática de la arrogancia de los industriosos y acumuladores humanos. Un hecho que mantiene una inercia basada en el miedo y en la costumbre, que encadena el sentir y determina el pensar abyecto de una mayoría de humanos.
La materia prima, el ser estético, escasea y el poco que concurre es cercenado, arrancado de cuajo de la palestra, aunque en los conciliábulos bajo la bóveda estrellada algunos alzan la mirada como un reclamo anónimo de esperanza.