La Fábrica de Sueños bombea cada instante millones de millones, de millones de señales interruptor. Un torrente de instrucciones que alcanzan a los terminales de las máquinas deseantes. Ellas decodifican la dimensión onírica del mensaje, restableciendo el motivo real que impulsará a una nueva acción en el mundo de los deseos.
Varias chimeneas recortan el horizonte, sobresaliendo como pilares que sujetan el abovedado gris y amenazante. El técnico PI 51, se afana en recoger las mangueras y el material cableado, los fusibles están en “on”. Ya es posible restablecer la alimentación. Como un caminante más, se seca el sudor, con ese olor a carburante y a restos de silicona que embadurnan su uniforme apenas identificable para los bots de seguridad. – Ya volveré a meterme en un lío – piensa nuestro caminante que no sabe qué hacer mientras le llega o no la confirmación de la centralita de que el incidente programado ha sido corregido.
Los caminantes absorben monóxido de carbono. Esto lo contempla su raíz genética modificada, prodigio que fue alcanzado en los laboratorios de bio mejoramiento de Liberty Flags.
Los raíles comenzaban a temblar, hasta que el vehículo de transporte medio, un recolector de caminantes técnicos alcanzaba su destino. PI 51 fue evaluado por un bot de seguridad antes de dejar el andén para subir al vagón nodriza. La mascara se le volvía a empañar, pero era mejor así, pues era su única protección para mitigar el efecto de los gases asfixiantes.
Apenas media docena de caminantes técnicos, recorrían el trayecto, entre cada centralita y los bornes de electrificación del complejo Franz Dopler. Ya el color de sus pieles apenas se adivinaba, pues muchos de los productos y gases nocivos, atravesaban las capas de seguridad del traje estándar de protección medioambiental. Las máscaras, si eran rociadas esporádicamente, dejando un olor a detergente, lo cual representaba una agradable novedad para los técnicos frente al tedio de los olores a carburante pesados.
Otro prodigio del bio mejoramiento eran los implantes en el cristalino y en las córneas adaptadas para transformar la oscuridad en un gradiente luminoso de fósforo verde. Lo que permitía distinguir formas y figuras en condiciones de nula visibilidad. PI 51 fue de los últimos en someterse a la operación y el resultado le reportó un aumento de presencia en los turnos más allá de los bornes.
Como sombras quejumbrosas, descendían del vagón nodriza, los caminantes técnicos, hasta llegar a sus covachas o nichos individuales de cuatro metros cuadrados, donde acurrucarse unos instantes, conectados a la matriz de supervisión de constantes vitales. Allí, por su cable uterino, comunicarían con la fuente principal de datos, donde las centralitas almacenan las tareas para el próximo turno. PI-51 se hacía un ovillo imitando a los más veteranos, y recibía la descarga de datos, con los pasos a seguir en su próxima misión de supervisión técnica.
Finalmente por un conducto residual, los caminantes podían adquirir algunos sueños. PI-51 acurrucado, a través de su cordón uterino, acogía la señal directa, que lo conectaba a un mundo nuevo. Un espacio lleno de dicha y alejado de todo sufrimiento. El sueño lo había adquirido en una de esas ofertas, que lanzaba la fábrica para sus caminantes. Bien es cierto, que había sepultado una parte importante de sus créditos de cara al futuro, pero el fragor de las olas y la espuma blanca al batirse contra su pecho desnudo, era lo que lo mantenía vivo. Era una simulación gradual, implementada por un algoritmo de simulación sensográfica de décima generación. Algo que no estaba al alcance de cualquier caminante técnico, y que le refrescaba y purificaba del hedor y la pestilencia reinantes en los fondos de la Fábrica de Sueños.
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La plata de espuma y rojo coral. Mar y cielo celebraban una ceremonia sólo para sus ojos. Ya el verde fósforo era una anomalía de su sistema de visión integrado. Sus dedos se hundían y podían sentir el calor del sol en la Tierra. Una suavidad que recogía un puñado de puntitos brillantes, que desaguaba entre los dedos de su mano, abierta repentinamente. Una sombra inquieta y sus huellas onduladas, le recordaban lo libre de este idílico reencuentro.
La arena mojada abría la escena. Los frios tobillos, dos juncos a merced de las olas, que se arremolinaban en débiles ondas para dar forma a la orilla. Y de repente, un salto arqueando una pierna primero y la otra después, para sortear el roto ondulante, el vaivén de la fuerza del líquido elemento, que parecía conjurarse en su contra.
Ya el agua envolvía su pecho, la playa huérfana quedaba atrás, como espectadora incólume de un infantil arrebato de pugna dichosa entre el mar y él. El frescor y el fragor incesante, golpean su cuerpo y arrebatan su mente, atrayendo el rubor, una tímida sonrisa. A la escena se suma el viento silbante, que con su melodía acompaña, ya la carcajada de puro placer, la inmersión súbita y el paisaje subacuático, el reflejo cristalino en el fondo, la sorpresa furtiva de esquivos pececillos. El oxígeno y el agua se entremezclan en una nueva forma de hombre-pez.
Un pitido alarmante ponía un abrupto final. Un mensaje en ideolecto programado señalaba el precio en créditos para proseguir con la siguiente escena. Ya el agua se evapora y el sujeto era eyectado recuperando de golpe la conciencia. Unos golpecitos apremiantes, una invitación a incorporarse, y PI 51 saltaba como un resorte, ante la amonestación de un compañero, debían seguir la banda verde, hasta el recolector del vagón nodriza. Los datos, los datos, debía verificar si había almacenado los datos. Ya que no podría alimentar los bornes, lo que era considerado una falta grave. La maquinaría no debía detenerse, y la pérdida de datos no era contemplada en el diseño de la Fábrica de Sueños. Por fortuna, el espectrómetro se pronunció afirmativamente.
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La serie PI 50 había sido concebida con un único propósito. Atender a los requerimientos extraordinarios que las máquinas no podían satisfacer. A la serie PI 50 se les solía llamar caminantes o bípedos autómatas, aunque esta última acepción era una definición más conceptual que real. Aunque tenían restricciones, manejaban cierto grado de libertad en la toma de decisiones. Su forma orgánica era híbrida, su genética procedía de embriones humanos modificados para soportar altos grados de contaminación medioambiental. Tal vez, el término cyborg, sería apropiado aplicarlo a su caso, ya que disponían de injertos y artefactos nanomecánicos en áreas críticas de su organismo. No obstante, los cyborg de clase A, eran muy superiores, por los que a los de serie PI 50, considerados de clase B, se les denominaba vulgarmente como “caminantes”.
Los caminantes recorren las secciones inferiores de la Fábrica de Sueños, los fondos o la base desde sus ejes pivotantes, hasta los bornes. En conjunto un eje radial, con varias fuentes de corriente eléctrica que serpenteaba libremente hasta morir en la gran cúpula central. Fuera de ese ámbito se elevaban los viejos tubos o “chimeneas” que quemaban el combustible necesario para mantener el calor en la superficie.
Hacía eones que el diseño humano, había sido desechado por considerarlo obsoleto, o ineficiente a la hora de soportar las altas cargas de contaminación. El ecosistema había mudado su piel, volviéndose hostil a las formas de vida humanas. Ya la terraformación se hacía imposible, y el coste relativo apuntaba a una solución, que la ciencia brindaba en bandeja, el bio mejoramiento ciber orgánico.
Tras la cuarta pandemia, numerosos lobbies y grupos de presión cuestionaron abiertamente la autoridad y la legitimidad de las disposiciones de la ONU para corregir el errático rumbo de la especie humana. Cuyo bienestar estaba seriamente comprometido , ya que las crisis recurrentes, impedían asentar un modelo que era ya francamente insostenible. Y como suele ocurrir en estos tiempos de calamidades e indecisión, la anarquía aupó al liderazgo mundial a un oportunista inesperado, el consorcio tecnológico Liberty Flags. Un conglomerado de megacorporaciones, que prometían el dorado, exigiendo como mal menor a corto plazo enterrar siglos de derechos civiles y conquistas sociales.
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Liberty Flags fundaba su ideología en base a tres ejes esenciales: Universalidad, Tecnocracia y Marcialidad. La disolución de los Estados, era una condición sine qua non, a partir de la cual contemplar el planeta y los escasos recursos, como un bien común, administrado desde una única fuente de poder, que dirimiría los problemas más acuciantes de forma más directa y efectiva. De ahí su universalidad. Y para lograr esto, se necesitaban datos y control sobre los agentes o sujetos adscritos a Liberty Flags, digamos que el cerco se estrechaba y comenzaría a recortar libertades que en otro tiempo habían alimentado la anarquía y el desgobierno. De ahí que cada individuo fuese marcado, con implantes de emisión regulares interconectados a una red corporativa. El paso siguiente consistió en sustituir la educación por un subsistema de transmisión de señales binarias o Binary Transmission System, BTS por sus siglas en inglés, que pre cargaba la información precisa en cuestión de segundos, a través de una interfaz biomecánica, que mantenía un filtrado de datos modulados a señales bioanalíticas. El contenido o materia fundamental respondería a un modelo estándar universal desde el nacimiento hasta el final, siendo la tecnología la gran aliada en todo el proceso. Y la marcialidad, acompañada de valores y reglas, o códigos de lealtad y comportamiento que premiaban la obediencia ciega eran el verdadero cemento de toda esta construcción ideológica. Obviamente hubo reductos de resistencia, y por eso los historiadores hablan de las tres fases. Algo similar a una curva de Gauss. Una primera fase presidida por una amenaza grave de supervivencia, en la que un grupo minoritario se presenta como salvador de la humanidad. Y una respuesta torpe, por parte de la ONU, con un enfrentamiento bilateral entre distintas potencias, por asegurarse las exiguas fuentes de recursos, al tiempo que se culpabilizaba al contrario. La segunda fase, más crítica aún, empujó a la humanidad al borde del abismo, propiciando el The New Manifest, un texto de tecnólogos e intelectuales y un grupo de militares, que instaban, a deponer las estructuras democráticas fallidas de los Estados. En algunos casos comprandolos, a través del crédito de las megacorporaciones tecnológicas, hermanadas en una cruzada común, o por la intimidación, mediante la manipulación y el chantaje mediante el uso público de los datos. La tercera fase, polarizó el planeta, modificando paulatinamente el mapa político, hasta recluir en reservas a los disidentes. Abandonados a una economía de subsistencia, sin mayor apoyo que lo que les ofrecía su ingenio y capacidad de trabajo manual. Una condena para los desposeídos.