RELATO CORTO PERTENECIENTE A MI LIBRO LABERINTO DE SENTIDOS
El doctor abrió la puerta de la consulta y me invitó a pasar. Enseguida puso cara de circunstancias por lo que me temí lo peor. Al parecer era más grave de lo que pensaba, mi insomnio, mi predilección por las rosas rojas… me condenaban a estar enamorado.
Yo no estaba enamorado, en ningún caso, al menos de mi mujer. Esa gorda patizamba que no paraba de recoger todo lo que yo dejaba fuera de lugar y que me reprendía a cada instante para que fuéramos a comer a casa de su madre.
Al parecer según los últimos avances clínicos se habría logrado tipificar el amor como una especie de delirio autoalimentado provocado por una elevada falta de autoestima o por todo lo contrario, por un afán de poder o posesión de naturaleza obsesiva. En cualquier caso era una disfunción orgánica que podía ser tratada.
El tratamiento era bien sencillo, había que tomarse una pastilla que estaba teniendo mucho éxito en Estados Unidos, según el doctor, el nombre del fármaco en cuestión era el de Maricus- plus, era al parecer un anti-erótico y anti-romántico excelente que había dado un resultado muy favorable en la mayoría de los ensayos clínicos.
Tenía que tomarme una pastilla por la mañana y otra por la noche, menos los domingos y festivos. Lo cierto era que el Maricus-plus tenía algunos efectos secundarios, según pude leer en el prospecto, por lo visto el brazo tendía a despegarse del cuerpo y a caer en un ángulo de noventa grados, dejando la muñeca algo lacia. Mientras que la otra mano se posaba en la cintura que se arqueaba un poco en un gesto algo chic. El esfínter tendía a relajarse más de la cuenta, y un cosquilleó algo molesto, obligaba a rozarse con cualquier objeto para encontrar algún grado de alivio. Además la voz se volvía más delicada, con giros y tonos más suaves y pausados, como aniñada y caprichosa. Pero bueno, si el doctor decía que en Estados Unidos estaba teniendo éxito había que tomarla.
No obstante, pronto noté ciertos cambios en mi metabolismo, así que volví a la consulta algo angustiado.
No es que yo desconfiara de la prescripción médica, pero es que además, empezaba a sentirme atraído por la moda y complementos de El Corte Inglés. Sobre todo me pirraban los bolsos, los perfumes, las botas, los taconazos y sandalias de diseño. Como un hobby empecé a depilarme y a retocarme las uñas, a mimar mi pelo, en fin, síntomas que antes, cuando había estado enamorado no había tenido. Ya las rosas rojas no me gustaban del mismo modo, ahora prefería que me las regalaran, cosa inaudita, y el cosquilleo que sentía me abría como una flor cada vez que subía a un autobús, hasta organicé un viaje a Escocía como excusa para ponerme falda. Por otro lado los niños que siempre había considerado repelentes me parecieron simpáticos y entrañables, con decir que ya hasta ayudaba a poner el mantel a mi suegra, oh Dios mío, el Maricus-plus me estaba transformando por completo.
El doctor afortunadamente viendo las contraindicaciones reflejadas en mis hábitos accedió a cambiarme el tratamiento y me receto un fármaco denominado Macho-plus que al parecer había tenido mucho éxito en Estados Unidos.